EL CÓMPUTO DE LOS AÑOS Y LA ERA CRISTIANA

Carlos Soriano Cienfuegos

El historiador Paolo Delogu narra que la manera de contar el tiempo histórico a partir de la Edad Media y la Modernidad encuentra sus raíces en la era de Constantino, cuando los cronistas e historiadores de entonces se dieron a la tarea de unificar una cronología que vinculara los episodios bíblicos, como historia sagrada, con los sucesos profanos de la historiografía grecolatina, propia del Imperio romano.

El inicio de la historia de la humanidad se hizo coincidir, de conformidad con la doctrina religiosa, con la creación de Adán, de la que trató de precisarse la fecha a partir de los hechos aludidos por las Sagradas Escrituras en relación con otras tradiciones orientales, así como con el cómputo de las Olimpiadas de la Antigüedad y con la cronología basada en la fundación de Roma.

Estos trabajos fueron compendiados por Eusebio, obispo de Cesarea, en época constantiniana en sus Chronica, posteriormente traducidas al latín y retomadas por san Jerónimo, sirviendo como fundamento de la primera exposición completa de la historia universal, es decir, las Historiae adversus paganos de Paulo Orosio, muerto hacia el 420 de nuestra era.

Paulo Orosio contó 5199 años desde la creación de Adán hasta el nacimiento de Cristo, colocando este último acontecimiento en el año 752 de la fundación de Roma.

Esta manera de contar los años -llamada “de la creación”- fue empleada por largo tiempo tan sólo en las obras históricas, mientras que en los registros y documentos oficiales y legales siguió utilizándose el sistema romano, es decir, indicando los años con el nombre de los cónsules (por ello, cónsules epónimos), más el correspondiente al mandato del emperador en turno.

A propósito de la datación de documentos oficiales debe recordarse que, desde la Antigüedad tardía, se recurrió a un cómputo que tomaba la fecha del advenimiento al poder de Diocleciano (29 de agosto de 284) como inicio de una cronología, llamada justamente “era de Diocleciano”, utilizada originariamente en Egipto y después en Italia y otras regiones occidentales a partir de los siglos IV y V.

Dicho cómputo del tiempo histórico fue sustituido en Occidente por el elaborado en Roma por Dionisio el Exiguo en 525, quien propuso el nacimiento de Cristo como inicio de una nueva era, precisamente, la era cristiana, nacimiento fijado por dicho monje el 25 de diciembre del año 753 de la fundación de Roma, de suerte que el primer año de nuestra era equivaldría al 754 del inicio de la ciudad eterna por obra del legendario Rómulo.

El cálculo de Dionisio el Exiguo se presentó como solución a la exigencia de contar con un calendario que permitiera prever la fecha de la Pascua unívocamente en todo el mundo cristiano, pues desde el siglo III se habían empleado diversos cálculos que provocaron diferencias sustanciales en la fecha de celebración de la Pascua entre las iglesias de Oriente y la romana.

Dionisio el Exiguo adoptó un sistema de cómputo que combinaba un ciclo solar de 28 años, tras el que los días de la semana vuelven a caer en el mismo día del mes, con un ciclo análogo de 19 años relativo a las fases de la Luna, y calculó un gran ciclo pascual haciendo que iniciara en el año del nacimiento de Cristo hasta alcanzar 532 (que es el resultado de multiplicar 28 por 19). A ello hizo seguir el cómputo por un segundo ciclo relativo a los años del 532 al 626. De esta forma, vinculó el calendario de la principal fiesta cristiana a un referente cronológico de gran significado, rechazando utilizar la era de Diocleciano, empleada precedentemente, y separó para siempre las fiestas pascuales de la memoria de aquel implacable perseguidor de los cristianos.

La era cristiana se empleó desde el siglo VI en Italia, aunque no para la datación de actas y documentos oficiales. Su técnica se difundió en Occidente desde el siglo VII, junto con el uso de las tabulae Paschales, o sea, las tablillas utilizadas en la fijación de la Pascua, según el uso romano.

En el siglo VIII, el monje anglosajón Beda el Venerable, quien dio continuidad al cómputo de Dionisio calculando la fecha de Pascua de los años 725 al 1063, se basó en la era cristiana incluso para la cronología de su Historia ecclesiastica gentis Anglorum. Este empleo se convirtió en norma de la analística franco-carolingia y, a través de ella, se afirmó sucesivamente como sistema cronológico ordinario de los textos históricos del Medioevo occidental. La referencia a la era cristiana se encuentra también en la datación de documentos privados en Francia desde el siglo VIII y, poco después, en Alemania.

Por el contrario, en los documentos oficiales de las autoridades públicas tal referencia aparece tardíamente, no antes de fines del siglo IX. La propia cancillería papal no la adoptó definitivamente más que desde el siglo X.

En España, donde desde el siglo III los años se calculaban de acuerdo con una era particular -la era de España, que iniciaba el primero de enero del 716 de la fundación de Roma (es decir, 38 a. C.), o sea desde el año en que, completada la conquista romana de la península, se implantó el calendario juliano-, la era cristiana se adoptó tan sólo en el 1180 en Cataluña, en 1350 en Aragón, en 1383 en Castilla, León y Andalucía, y en 1422 en Portugal. No obstante, incluso en otras regiones de Occidente, la datación de los actos y hechos privados de conformidad con la era cristiana cobró auge desde el siglo XI, cómputo que nos lleva hasta el ya próximo 2024 después de Cristo.

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